
Hay disfraces maravillosos llenos de brillos y color. Los complementos que les acompañan adornan y enriquecen la puesta en escena.
En los carnavales de Venecia los rostros se cubren con máscaras espectaculares y hasta diría que imposibles de llevar. Nadie reconoce a nadie y son días para ocultarse al mundo. Una vez acaban los festejos cada uno se pone su traje de cotidianidad y vuelve a su realidad.
Quien se disfraza sabe que será por unas horas, al igual que Cenicienta aceptó que su carroza se convertiría en una calabaza a medianoche. Pero hay disfraces y máscaras que nos ponemos que jamás nos atrevemos a quitarnos. Vamos caminado por la vida siendo amables con quien se nos coló en el supermercado, con quien nos falta el respeto día tras día, con quien nos mira de reojo y nos adelanta en una curva.
Hay situaciones que te llevan a disfrazarte de algo que no te gusta, pero, ¿por qué hacerlo? Es mucho más sano vivir en la verdad que guardar secretos e ir colocándose máscaras porque al final nos saldrán muy caras.
Un ejemplo de máscaras son las que se ponen entre parejas sean del tipo que sean: sentimentales, amigos, compañeros de trabajo… ¿Por qué seré amiga de alguien que rompió mi corazón? ¿Por qué mostraré interés en su vida cuando abandonó la que teníamos? ¿Por qué mitigaré su culpa? ¿Por qué diré que no me importa su conducta? Voy colocando máscaras y disfraces queriendo ser lo que no quiero, voy tapando agujeros sin arreglar la avería y me voy traicionando a mi misma hasta serme infiel.
Algunos dirán que los disfraces y las máscaras los vuelven educados. Pero tendrán que saber que las palabras y los gestos sin verdad detrás no valen de mucho porque se huelen a distancia.
No se trata de ser groseros o hirientes con los demás pero si de ser sinceros y vivir en la verdad. Hace algunas sesiones de terapia atrás que acepté poder mirar a mis semejantes cara a cara y decirles mi verdad. Cuando es “basta”, “de aquí no” o “hasta aquí”. Llegó el momento de no soportar más ruido y que se aparten aquellas personas que no acepten mi verdad sobre lo que me hacen sentir.
No cargaré con más máscaras, ni me disfrazaré de princesa sumisa, no levantaré mi voz para hacerme oír pero si cantaré mi verdad. El que quiera unirse sea bienvenido a mi fiesta.