
La maternidad es de los caminos más solitarios que conozco. Hay tantas decisiones que tomar, tantas dudas e incertidumbres y tantas culpas. Es un reto diario y un desafío constante.
He podido comprobar por mi misma que a mayor número de hijos vamos poniendo la energía en otros aspectos. Durante nuestro primer embarazo imaginábamos a nuestro bebé tranquilo en su carrito paseando por la vida, comiendo sólo comida ecológica y nada de procesados. Creíamos que las otras mamás no estaban en lo cierto y que nosotras seríamos distintas. Pero la realidad de repente aparece y cuando tienes que lidiar con varios niños a la vez acabas cediendo en aquello que te juraste que nunca harías.
Durante mi maternidad he incumplido algunas de las promesas que me hice a mí misma y he engullido palabras. Y a pesar de todo me siento la mejor madre que puedo ser porque no juré paciencia eterna y sonrisa puesta día y noche.
Mi admiración es sobre todo por las madres solas que si bien no comparten amor tampoco tienen ese hombro en el que recostarse o ese descanso que necesitan. Los días malos se hacen largos, las noches eternas y las fiebres dan miedo. De ahí la necesidad de crear grupos de apoyo porque todas necesitamos compartir eso que nos llena y nos vacía al mismo tiempo.
Muchas veces la maternidad está idealizada y parece un crimen decir en voz alta que estás cansada o no puedes más. Todo el mundo te apunta en el club de “mala madre” y saben que, ¡basta! No hace falta que nadie nos juzgue ya lo hacemos nosotras mismas y nos auto exigimos tanto que llenamos nuestra propia mochila de reproches.
En ocasiones, no escucharé con la atención que necesitan a mis pequeñas campanillas, no recordaré lo que han comido en el comedor y repetiré comida al día siguiente, no entenderé la moda de contestar a todo “en serio”, no amasaré croquetas ni plancharé su uniforme a diario y probablemente les coseré fatal los botones de la chaqueta pero sé que sentirán que yo soy hogar y seguridad, madre multitarea y que con solo mirarles a los ojos sabré qué día han tenido.
Sé que tengo muchas papeletas para ser juzgada porque no amamanté a mis hijas, la puerta de su colegio está lejos de la mía, no he renunciado del todo a mí misma, soy exigente y se me escapan los gritos pero siempre he cumplido lo que les he prometido. Jamás ha pasado un día que no agradezca el tenerlas en mi vida. No las comparo, no las crio igual y las dejo ser por encima de lo que yo soy porque yo soy yo con una composición de células distinta.
Y como (buena) mala – madre le dejo estas líneas a mi pequeña campanilla dos a quien, de momento, no he podido dedicarle un libro pero ella al igual que mi pequeña campanilla uno son mi sueño hecho realidad y mis “niñas bonitas”. Ella de energía inagotable con sus manitas cogidas a las mías ilumina mis ojos, me dibuja una sonrisa y me calma el corazón.
Y eso es la maternidad; sentimientos encontrados, extremos, altos y bajos, miedos, alegrías, soledad y mucho mucho amor.